martes, 29 de agosto de 2017

En los 100 años de la Revolución de Octubre, Levantar con firmeza la bandera de la Revolución Proletaria Mundial



  Hace 100 años, por estos días, el proletariado ruso se preparaba para protagonizar una de las gestas heroicas más importantes de toda la humanidad: llevar a cabo bajo la forma de la dictadura del proletariado, las enormes enseñanzas del marxismo y brillantemente desarrolladas por el leninismo, inaugurando la era de la Revolución Proletaria Mundial.

En franca batalla, con la revolución de octubre de 1917, se coronó la abigarrada y compleja lucha contra las diversas formas del revisionismo que desde las propias filas de los marxistas hacían todos los esfuerzos para impedir que el proletariado le asestara el golpe demoledor a la burguesía y los terratenientes. Populistas, economistas, mencheviques y centristas se unían para desprestigiar a los leninistas bolcheviques quienes lucharon a brazo partido en la dirección de la clase obrera rusa para que tumbaran al zar, destruyeran por completo las instituciones burguesas y tomaran sin reservas las riendas de la sociedad, para comenzar la majestuosa obra de la construcción del socialismo en alianza con los millones de campesinos y de las masas de las naciones oprimidas por el imperio zarista que estaban necesitados de grandes cambios y dispuestos a darlo todo por la revolución.
Hace 100 años, los obreros rusos fueron verdaderos héroes y combatientes de primera fila en contra de quienes minimizaban su papel en la historia de la lucha de clases, por considerarlos, como muchos lo hacen hoy, una fuerza incapaz de comprender y liderar las grandes transformaciones revolucionarias, considerándolos solo material de fuerza para la lucha por la supervivencia, por la lucha económica y aduciendo que la lucha política y la aprehensión del marxismo eran asuntos exclusivos de los intelectuales de las clases cultas. Contra esos falsos revolucionarios, los bolcheviques fueron titanes en el combate ideológico y político; fueron la verdadera argamasa que dio la vitalidad y poder para tomar el cielo por asalto y desencadenar todo el potencial creador y progresista de obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios.
La Revolución de Octubre de 1917 marcó con letras de molde en el libro de la historia de la humanidad, que desde la división de la sociedad en clases sociales, ha sido la lucha entre ellas la fuerza motriz del desarrollo, estancamiento o retroceso de la humanidad; y que en el caso de la sociedad capitalista, más aún en su última etapa, el imperialismo, la clase obrera tiene la misión histórica de destruir con la violencia revolucionaria toda la estructura del viejo y caduco Estado reaccionario, y sobre sus cenizas construir uno cualitativamente distinto a todos cuantos han existido hasta ahora; un Estado al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad, la mayor de la democracias posibles, acompañada de la dictadura en contra de la ínfima minoría parásita, que no por ser pequeña, es menos peligrosa, y por ende debe ser enfrentada con el poder armado de obreros y campesinos.
Hace 100 años, los obreros rusos cristalizaron la enseñanza esencial de que para triunfar sobre la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, los proletarios deben organizarse en un Partido revolucionario, en dura lucha contra los “amigos de viaje” del marxismo. La revolución de octubre dejó muy claro que ese partido es el destacamento de vanguardia de la clase, su más alta forma de organización, la materialización de los vínculos entre la vanguardia y la inmensa masa de proletarios, una organización regida por el centralismo democrático que armada de un científico programa para la revolución, es la mayor garantía, tanto para el triunfo como para la consolidación del poder obrero campesino en la revolución Proletaria.
Hace 100 años, la Revolución de Octubre dio por terminada la época de las revoluciones dirigidas por la burguesía; demostrando que esta clase social había perdido su capacidad de revolucionarizar la sociedad; y que en adelante, este papel es exclusivo del proletariado, única clase capaz de dirigir la rueda de la historia hacia el desarrollo, no solo de las revoluciones proletarias en los países capitalistas, sino incluso de las revoluciones que tienen como tarea principal la superación del semifeudalismo en la época del imperialismo. La clase obrera es en el capitalismo, la única clase revolucionaria hasta el fin, pues por su condición objetiva, no está interesada en preservar desde ningún punto de vista al capitalismo y sobre todo su condición esencial, la explotación del hombre por el hombre y la propiedad privada sobre los medios de producción. Las demás clases, o sectores de ellas, solo pueden jugar un papel revolucionario, en la medida en que acepten la dirección del proletariado y de su Partido y Programa para su lucha.
“Todo el poder a los Soviets” fue la consigna que retumbó en toda Rusia hace 100 años, cuando los oportunistas, aliados con la burguesía, se convirtieron en el peligro principal para el triunfo de la revolución. La campaña represiva desatada por los falsos revolucionarios en contra de los bolcheviques, fue enfrentada con el clamor generalizado de entregar las riendas de la sociedad a las organizaciones obreras y de inmediato se pasó a la tarea de preparar la insurrección armada contra el Gobierno Provisional. Los Soviets de obreros, campesinos y soldados, fueron la cristalización del poder omnímodo de la alianza obrero campesina, y con ello se desencadenó un período de desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad; desarrollo que llevó a enormes alturas en unas cuantas décadas todos los ámbitos de la vida económica, política, cultural, científica y deportiva. En pocos años, las mieles de la revolución dirigida por la clase obrera, llevaron a Rusia a liderar la construcción de la unidad fraternal de los pueblos y dar vida a lo que posteriormente se conocería como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Con la revolución de octubre de 1917, los obreros rusos mostraron al mundo entero, y enseñaron a las masas de todo el planeta, que mientras no se destruya el Estado burgués, la revolución es pura basura demagógica y un buen servicio para la burguesía. Llevando a la práctica y desarrollando las enseñanzas de la Comuna de París, la revolución de Octubre le permitió a Lenin sintetizar que la esencia del nuevo tipo de Estado reside en que la fuente del poder está en “la iniciativa directa de las masas populares desde abajo”, en la “sustitución de la policía y el ejército, como instituciones apartadas del pueblo y contrapuestas a él, por el armamento directo de todo el pueblo” y en la sustitución de la burocracia estatal por funcionarios elegibles, removibles a todo momento y con salarios de obreros.
Los millones de obreros y campesinos, que hace 100 años inauguraron la era de la Revolución Proletaria Mundial, son los mismos que además de encabezar la magnífica obra de construir el socialismo y dejar ese enorme legado para las generaciones futuras, ofrendaron sus vidas para derrotar años después a una de las peores lacras de la historia moderna, el fascismo. Con José Stalin, tan odiado por la burguesía y sus lugartenientes oportunistas, pero tan querido por las masas, los obreros y campesinos encabezadas por el Ejército Rojo, fueron la punta de lanza que dio la estocada definitiva a Hitler y su ejército, demostrando también en el terreno militar la superioridad del país de los soviets.
Sin embargo, en la larga lucha por acabar con las diferencias de clase y las formas de opresión que subsisten en el socialismo, el proletariado fue derrotado tras la muerte de Stalin por la nueva burguesía, surgida en el propio Estado y en el seno del mismo partido. Esa nueva burguesía, socialista de palabra pero imperialista de hecho, restauró el capitalismo en la Unión Soviética y desde entonces ha competido con los demás imperialistas por esclavizar y expoliar a los pueblos del mundo.
Hoy, 100 años después, levantar en alto la Revolución de Octubre de 1917, no puede hacerse sin rescatar sus valiosas enseñanzas, de aplicación universal y tan vigentes para la necesaria nueva toma del cielo por asalto. De ahí, que sea una responsabilidad de los auténticos marxistas leninistas maoístas, no solo rescatar sus enseñanzas, exaltar sus logros y hacer una valoración de sus errores, sino llevar a cabo una fuerte campaña en contra de todos aquellos que a la hora de homenajear a la Rusia de los soviets, lo hacen mellando el filo revolucionario y rescatando solo algunos aspectos, pretendiendo hacerla inofensiva para la burguesía, o mostrándola como una experiencia del pasado, impracticable para el mundo de hoy. Las tergiversaciones del revisionismo de todos los pelajes y las vacilaciones sobre el legado de gran Revolución de Octubre deben ser duramente combatidos por los obreros y los auténticos comunistas en todo el mundo.
XI Asamblea – Unión Obrera Comunista (mlm)
Colombia, agosto de 2017

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