sábado, 26 de agosto de 2017

Capítulo I: EL CAPITALISMO IMPERIALISTA


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Capítulo I: EL CAPITALISMO IMPERIALISTA
  1. ¿QUÉ ES EL IMPERIALISMO?


Introducción

Con la caída del bloque social-imperialista ruso, a finales de la década de los 80 en el siglo pasado, imperialistas y apologistas de la esclavitud asalariada proclamaron la muerte del Comunismo y hasta declararon el fin de la historia; nada había que hacer. La burguesía se preparaba para un reinado milenario y los socialdemócratas y reformistas se propusieron humanizar tan horroroso presagio; mientras los oportunistas, sumándose al coro, declararon insuficiente el Marxismo como teoría y guía de la revolución, desempolvando las viejas y raídas banderas de los reformadores liberales de los siglos XVIII y XIX.


Fue tal la ventolera reaccionaria y tanto el escepticismo de la intelectualidad, que incluso en las propias filas del proletariado revolucionario, y so pretexto de desarrollar el Marxismo Leninismo Maoísmo, surgieron “caminos”, “pensamientos” y “nuevas síntesis” cuestionando y reformulando los fundamentos del socialismo y el comunismo científico. Pero todo esto no es una desgraciada casualidad, sino el producto necesario del moribundo capitalismo imperialista, urgido del auxilio oportunista para prolongar su agonía y descomposición.

En el fondo, las declaraciones de unos y otros muestran la actitud de las clases fundamentales de la sociedad capitalista frente al imperialismo: o bien se le cree a la burguesía y a los apologistas de la reacción su prédica de un imperialismo lleno de vida y el mejor mundo posible, frente al cual sólo se puede resistir; o bien se reconoce con el proletariado que “El imperialismo es una fase histórica especial del capitalismo. Su carácter específico tiene tres peculiaridades: el imperialismo es 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante”[i]. El imperialismo es la antesala del socialismo, capitalismo moribundo listo para ser sepultado por la Revolución Proletaria Mundial. Es ésta la línea divisoria para diferenciar entre marxismo y revisionismo frente a la cuestión del imperialismo.
El Comunismo no murió, como soñaban y quisieran los reaccionarios; por el contario, como el Fénix, renace nuevamente destruyendo las ilusiones y los sueños de sus más encarnizados enemigos. ¡No hay tal reinado milenario de la burguesía! El imperialismo es capitalismo en descomposición, cuya putrefacción contamina la sociedad; y el proletariado, a la cabeza de los pueblos del mundo, debe darle sepultura. Por ello proclama nuevamente, el fin inevitable del capitalismo y la marcha inexorable de la sociedad al establecimiento del socialismo y el comunismo en toda la tierra.
Este no es un deseo voluntarioso sino una ley histórica. El capitalismo, como todos los anteriores modos de producción, nació, se desarrolló y está muriendo. El sistema económico social capitalista ya dio todo lo que tenía para dar y creó las condiciones para avanzar al socialismo; sobrevive, únicamente, gracias al oxigeno proporcionado por el oportunismo.
El Capitalismo[1]
Surgido de las entrañas del feudalismo y en lucha a muerte contra él, el capitalismo generalizó la explotación del trabajo asalariado como la más moderna relación entre los hombres. Las viejas relaciones patriarcales, los viejos estamentos y divisiones sociales han sido paulatinamente arrinconados y destruidos, dejando cada vez más clara la división de la sociedad en dos grandes clases sociales: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, dueño únicamente de su fuerza de trabajo.
Contra los idílicos sueños de los pequeños propietarios, la superioridad técnica y económica de la gran producción destruye las formas económicas precapitalistas; a la vez, la concentración y centralización creciente del capital expropian al productor directo “con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más desenfrenadas”[ii]. El capital surgió y se impuso chorreando sangre: su victoria sobre el feudalismo se llevó a cabo, no solo mediante la expropiación de los productores directos, sino también, mediante la esclavización y sometimiento del campo a la ciudad, mediante el reparto, la usurpación militar y el saqueo de las colonias en el resto del mundo por parte de los países desarrollados de Europa.
Sin embargo, la burguesía, como ninguna clase en la historia lo había hecho, revolucionó la sociedad entera, desarrolló incesantemente los instrumentos de producción, rompió el aislamiento nacional, creó el mercado mundial y extendió a su vez, por todo el orbe, las relaciones de explotación asalariada, liberando a los hombres de las ataduras serviles y creando una cultura universal.
Tal poderío económico y social necesitaba y encontró su expresión política en el poder del Estado burgués, una máquina de dominación de clase superior a las anteriores formas de Estado, con la cual la burguesía garantiza sus privilegios y priva a la clase obrera y a las masas populares de los procedimientos revolucionarios de lucha. Un aparato burocrático militar, instrumento de explotación y máquina de fuerza para aplastar la rebeldía de los trabajadores.
La libertad proclamada por la burguesía no existe en realidad para la clase obrera, y la libre competencia ejercida por aquella conduce a la concentración y al monopolio. Así, conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios del proceso social de producción, crece la masa de la miseria, de la esclavización asalariada, de la degeneración, de la opresión y la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, aleccionada, unificada y organizada por el mecanismo del propio proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en grillete del modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto donde son ya incompatibles con su envoltura capitalista.
Y si esto estaba así de claro para el proletariado revolucionario de mediados del siglo XIX en el Manifiesto Comunista, es una profunda equivocación que comunistas del siglo XXI defiendan todavía una supuesta vitalidad de la economía campesina propia de la sociedad feudal, así como reaccionario es el propósito de devolver la rueda de la historia para hacer lo ya realizado por la burguesía durante varios siglos. La misión del proletariado no es democratizar la propiedad centralizada y concentrada ya por el propio desarrollo del capitalismo, sino socializarla en concordancia con el carácter social de la producción.
Contra las utopías burguesas, pequeño burguesas y oportunistas de conciliar el capital y el trabajo; contra las pretensiones reformistas de humanizar el capitalismo, toda la historia del desarrollo capitalista es la historia de la rebelión de sus fuerzas productivas contra las relaciones sociales de producción y de propiedad, rebelión del trabajo contra el capital, rebelión del proletariado contra la burguesía y su dominación. Rebelión originada en la más profunda y fundamental contradicción del sistema capitalista: entre la producción cada vez más social y la apropiación cada vez más privada; rebelión que aflora a la superficie de la sociedad en forma de crisis industriales y comerciales, de crisis ya no por escasez como en las épocas anteriores sino por superproducción, por demasiada industria, demasiado comercio, demasiados medios de vida que paradójicamente sumen a la sociedad en la miseria, el hambre y el paro forzoso dejando millones de obreros en la calle: “Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que la sociedad produce y ella se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables”[iii]. El capitalismo muestra descarnadamente que su existencia y la de la burguesía son incompatibles con la existencia de la sociedad.
El Imperialismo[2]
Las salvas del siglo XX anunciaron el fin del esplendor de la civilización burguesa dando paso a la fase agónica del capitalismo: el imperialismo; fase en la cual, aunque persisten las propiedades fundamentales de todo el capitalismo y se mantiene el ambiente general capitalista, se agudizan en extremo sus contradicciones, llegando a un límite después del cual empieza la revolución. La fase imperialista del capitalismo es la fase de su descomposición, la antesala del socialismo.
El surgimiento y generalización de poderosas entidades monopolistas y empresas gigantescas, íntimamente ligadas por los bancos, produjo un cambio drástico en todo el sistema a principios del siglo XX. La fusión del capital industrial con el bancario dio vida al capital financiero, capital monopolista que domina la producción y el mercado mundial; engendró nuevas contradicciones y agudizó todas las contradicciones que empujan el capitalismo hacia la tumba.
La exportación de mercancías, característica de la libre concurrencia, fue sustituida por la exportación de capital, siendo esta la base más profunda de la política colonial del imperialismo y el camino para universalizar las relaciones de dominación. El mundo se dividió en un puñado de países opresores, explotadores, y una inmensa mayoría de países oprimidos, explotados. Las mentiras y prédicas sobre la supuesta igualdad de los países bajo el imperialismo encubren la esclavización semicolonial de los países oprimidos y ocultan su contradicción antagónica con los países imperialistas; estas prédicas, además de ser reaccionarias son ilusas, por cuanto la subyugación económica, financiera, política y militar de unos países por otros atiza la lucha de los pueblos por su liberación y contribuye al hundimiento del imperialismo.
La propia naturaleza del capital financiero lo empuja a una carrera desenfrenada por la explotación de los países oprimidos y a la lucha por un nuevo reparto del mundo. La demanda creciente de materias primas incita la lucha por sus fuentes, acentuando el desarrollo desigual del capitalismo y exacerbando los conflictos entre las grandes potencias por el nuevo reparto de territorios y esferas de influencia.
Así mismo, la supremacía del monopolio aumenta la frecuencia, profundidad y explosividad de las crisis, cuyas abruptas manifestaciones de superproducción irrumpen violentamente en una sociedad donde la concentración y el dominio del capital financiero, ha amplificado en cientos de veces la anarquía de la producción capitalista. Crisis que llevan a la burguesía a emprender guerras imperialistas, reaccionarias, de rapiña, las cuales exigen del proletariado internacional un rotundo rechazo, oponiéndoles la revolución para impedirlas o luchando por transformarlas en guerras civiles revolucionarias, en guerras de clases, en guerras populares. Los cantos a la paz bajo el imperialismo son un engaño, para alcanzarla se necesita la violencia revolucionaria de las masas, la guerra popular para liquidar la propiedad privada sobre los medios de producción y las clases sociales, causantes de las guerras.
El “neoliberalismo” es una formulación socialdemócrata —compartida acríticamente por algunos comunistas— para hacerle apología al capitalismo, ocultando el lugar histórico del imperialismo como fase final de todo el sistema capitalista, después del cual no sigue sino la revolución proletaria y el socialismo. En su lugar, el “neoliberalismo” representa un simple, perverso y abusivo “modelo” de capitalismo, cuya derrota no implica acabar, sino preservar el sistema capitalista, la dictadura burguesa y su reino de explotación mundial asalariada.
La supuesta vitalidad del imperialismo es solo una falsa apariencia proyectada por sus fuerzas organizadas, sus apologistas y los oportunistas, porque el capitalismo ya realizó todo lo que podía realizar y dio un viraje hacia la decadencia y descomposición, convirtiéndose en un sistema putrefacto contra el cual se levantan las poderosas fuerzas revolucionarías de los obreros y masas trabajadoras de todos los países, en lucha contra la explotación y opresión imperialistas. En el transcurso de un siglo de larga agonía del capitalismo, las derrotas del proletariado han sido derrotas temporales, de aprendizaje para los oprimidos y explotados, llamados a sepultar el imperialismo mediante la Revolución Proletaria Mundial.
La Economía Mundial[3]
El capitalismo imperialista se convirtió en un modo de producción internacionalizado. Los monopolios ya no solo se reparten y disputan los mercados y adecuan la producción con miras al mercado mundial, ahora las gigantescas corporaciones monopólicas se reparten y disputan a los hombres mismos y adecuan los mercados con miras a la producción mundial, convirtiendo el capitalismo imperialista en un sistema mundial que afianza y amplia la esclavización financiera, la opresión y la rapiña colonialista.
El imperialismo, como modo de producción internacionalizado, encadenó a todos los países con sus modos específicos de producción en una sola economía mundial, donde la economía de cada país es un eslabón de una sola cadena, que obedece y sirve a la producción, la realización de la plusvalía, la acumulación y la centralización del capital mundial. Ignorar que el capitalismo en cada país no es más que un aspecto del capitalismo imperialista, conduce a algunos comunistas a negar su existencia real en los países oprimidos recurriendo al eufemismo de llamarlo “no clásico”, “deformado”, “raro” o “burocrático”, equivalente a la añoranza pequeñoburguesa de un capitalismo ideal, independiente, que ya no es posible. Y en política, negar la existencia del capitalismo en los países oprimidos, conduce a salvaguardar los intereses de la burguesía contra los intereses del proletariado.
La ley general de la acumulación capitalista, ahora como un proceso mundial, se lleva a cabo de forma tan salvaje y despiadada que la acumulación de riquezas en manos de la minoría parasitaria dominante, contrasta violentamente con la miseria de la inmensa mayoría trabajadora, de la cual una parte muere de hambre, en medio de las gigantescas riquezas que se producen.
Este proceso de encadenamiento, de expansión y ahondamiento de las relaciones capitalistas en el mundo ha llevado consigo no solo la integración de todos los países en un único mercado mundial de capitales, mercancías y fuerza de trabajo, sino además el surgimiento y la expansión de la industria en los países oprimidos y la introducción de importantes cambios en la agricultura, destruyendo los sistemas tradicionales de producción y acelerando el proceso de descomposición del campesinado; causando a la vez la urbanización acelerada de los países oprimidos, el desarrollo de las ciudades y acrecentando la migración internacional del proletariado.
El resultado de tan dolorosa, brutal y violenta trayectoria ha sido la socialización cada vez mayor del proceso productivo mundial y la proletarización de la sociedad mundial. El esfuerzo de miles de millones de trabajadores es socializado en un solo proceso productivo, cristalizado hasta en las mercancías más pequeñas con la incorporación de la fuerza de trabajo de los obreros de muchos países. Así mismo, los grandes movimientos migratorios, los grandes desplazamientos a las ciudades, los crecientes cinturones de miseria que se erigen como monstruosos monumentos a la irracionalidad del capitalismo imperialista multiplican por millones la clase de los proletarios, la fuerza productiva y social más poderosa, el ejército mundial de los sepultureros del capitalismo agonizante.
El capitalismo imperialista ha creado y ampliado la base material para la construcción del socialismo en todo el mundo, acentuando la lucha revolucionaria del proletariado por el derrocamiento del poder capitalista y por la expropiación de la burguesía en todos los países.
Sistema Mundial de Opresión y Explotación[4]
El triunfo del capitalismo, convertido en un sistema mundial de opresión y explotación, es la causa de su derrota inevitable, pues no sólo ha forjado a lo largo y ancho del planeta la clase que lo sepultará, la clase de los proletarios, además ha agudizado la lucha de clases en general, ha ampliado las diferencias entre ellas, ha acelerado la proletarización de vastas capas de la pequeña burguesía; ha incentivado el deseo de la lucha antiimperialista en las masas trabajadoras del mundo, sobre quienes descarga el peso de su explotación y el oprobio de su dominio.
El capital financiero que domina la producción, la distribución, la vida política y social en todo el planeta y las asociaciones monopolistas que se lucran en su exclusivo interés privado de todos los medios de producción, de todas las materias primas, de todos los territorios y de toda la sociedad humana han llevado al extremo la explotación y la opresión; pero en su afán de ganancias, han creado las condiciones para que una vez rotas las cadenas impuestas por el capital monopolista financiero, la planificación social de la producción y la distribución de los medios de vida satisfagan las necesidades de la sociedad.
La imposición de los monopolios en la economía capitalista ha llevado a la monopolización política de la vida social; a que la tendencia a la libertad propia de los albores del capitalismo haya sido reemplazada por la tendencia a la subyugación, a la intensificación de la opresión sobre países y naciones. La tendencia a la democracia, propia de la vieja revolución burguesa, ha sido sustituida por la tendencia a la reacción política en toda línea y en todos los órdenes, empujando las fuerzas progresistas a la corriente de la revolución. De ahí, que sea reaccionario concebir la lucha contra el imperialismo como una lucha exclusiva contra los monopolios económicos, pues sería aspirar al regreso de la primera fase, lo que se convierte en respaldo a la opresión imperialista; y concebirla como una lucha sólo en el dominio político sin relación con la supervivencia del capital mundial a cuenta de la explotación del trabajo mundial es, además de reaccionario, la peor traición a la clase obrera, porque significa apoyar la explotación capitalista, cuando ésta ha acumulado capital a tal grado que lo ha hecho excesivo, ya no solo en relación a los países imperialistas, sino en relación a todos los países.
El capitalismo imperialista es un régimen social que sobrevive de la depredación de las dos únicas fuentes de riqueza: la fuerza de trabajo y la naturaleza; su esperanza de vida depende de estrangular la sociedad y destruir la naturaleza. Transformar las relaciones de los hombres con la naturaleza sólo es posible transformando las actuales relaciones sociales de explotación en relaciones sociales de colaboración. La aspiración de salvar la naturaleza sin tocar el poder del capital, es reformismo burgués, repudia el desastre natural, pero no ataca su causa principal: el modo de producción capitalista. Frenar la destrucción de la naturaleza hace parte del programa socialista del proletariado porque exige acabar con el causante de su destrucción: el capitalismo imperialista.
Lugar Histórico del Imperialismo[5]
El propio capitalismo ha preparado el paso de la humanidad al socialismo, porque ha creado sus condiciones materiales: ha convertido la producción en un proceso social, a la vez que la apropiación en un proceso privado; ha organizado la producción en inmensas fábricas a nivel mundial, a la vez que la ha sumido en la anarquía, entorpeciendo con ello el desarrollo de las fuerzas productivas bajo las relaciones de producción capitalistas, y frenando el desarrollo de la sociedad; ha concentrado la riqueza en la parte minoritaria de la sociedad que no trabaja y la miseria en la inmensa mayoría trabajadora de la sociedad, llevando al límite el antagonismo entre el capital y el trabajo; ha creado la clase de los proletarios desposeídos de los medios de producción, cuya misión histórica es hacer que se corresponda el carácter social de la producción con un carácter social de la propiedad, resolviendo mediante una revolución política y social las contradicciones en que el capitalismo imperialista ha embrollado a toda la sociedad. La burguesía es una clase impotente históricamente para resolver dichas contradicciones, pero además, es incapaz de garantizar las condiciones de vida de sus esclavos asalariados; por tanto, la existencia de la burguesía es incompatible con la existencia de la sociedad, y su sistema: el imperialismo, es la agonía del capitalismo y la antesala del socialismo.
El derrumbe del social-imperialismo ruso y el período de expansión del capitalismo imperialista a finales del siglo pasado dieron vida a las “modernas” teorías reaccionarias tales como el “neoliberalismo” y la “globalización”, orquestadas desde los centros de poder imperialista para declarar que el capitalismo “había renacido” en una nueva etapa. De tal conclusión reaccionaria parte la teoría del “Imperio” de los pequeño burgueses Negri y Hardt; de ella se derivan las teorías revisionistas del “Estado globalizado del imperialismo estadounidense” de Prachanda y el Partido Comunista de Nepal Unificado (Maoísta) y de la “superpotencia hegemónica única” de Avakian y el Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos. Todas estas “modernas” teorías están apoyadas en la vieja teoría kautskista del “ultraimperialismo”, según la cual el imperialismo podría superarse a sí mismo y resolver todas sus contradicciones en un solo centro monopólico. En el fondo, estas teorías no son más que apología a la buena salud del imperialismo, omnipotente e imbatible, y frente al cual solo se puede resistir. Con el argumento de la supuesta imbatibilidad del imperialismo y la pretendida imposibilidad de triunfar, se traicionó la Revolución y la Guerra Popular en Nepal.
Las consecuencias políticas de tales teorías son desastrosas: contribuyen a prolongar la agonía del imperialismo, desarman al proletariado y desvían el blanco de la lucha revolucionaria de las masas. A esas reaccionarias teorías obedece el ataque revisionista contra el proletariado y su Partido, y las alabanzas al “movimiento por el movimiento” de la “multitud” juvenil, femenina, LGBTI, ambientalista… He ahí la base de la sustitución de la bandera de la revolución por la mera resistencia, como lo hizo el Movimiento Revolucionario Internacionalista MRI dando primacía al impulso del Movimiento de Resistencia Popular Mundial MRPM por encima de la lucha por una nueva Internacional Comunista.
El “ultra-imperialismo”, un ultra disparate reaccionario, ya derrotado por Lenin y la Internacional Comunista en el siglo pasado, es usado ahora por la reacción y el oportunismo para prolongar los horrores de la decadencia del capitalismo; para nublar la conciencia de los proletarios e impedirles observar que tras la aparente vitalidad del imperialismo, se esconden, no manifestaciones de consolidación, sino de descomposición; no reflejos de un cambio en su trayectoria histórica hacia superar por sí mismo sus contradicciones, sino hacia su exacerbación acelerando su declive, como lo demuestra abiertamente la crisis económica del capitalismo mundial en los últimos años, agravando su agonía y acentuando su decrepitud, hasta un límite después del cual sólo sigue la Revolución Proletaria Mundial y el Socialismo.
Contra los esfuerzos de los apologistas del imperialismo, todos los hechos de la actualidad ponen al descubierto y confirman que el imperialismo es capitalismo en descomposición, moribundo, última etapa del sistema capitalista y víspera de la revolución socialista mundial; la Revolución Proletaria Mundial es, por tanto, una consecuencia de las condiciones de desarrollo del imperialismo. La dictadura del capital financiero, inevitablemente, debe dar paso a la Dictadura del Proletariado.
  1. LAS CONTRADICCIONES MUNDIALES DEL IMPERIALISMO[6]
La Contradicción Fundamental del Sistema Capitalista
La contradicción fundamental del sistema capitalista entre la producción cada vez más social y la apropiación cada vez más privada ha marcado toda su existencia, es la causa más profunda de su inevitable desaparición y sólo podrá resolverse socializando la propiedad sobre los medios de producción en el socialismo. Esta contradicción fundamental y la anarquía en la producción capitalista constituyen la base material de las crisis económicas en el sistema de la explotación asalariada.
Lejos de atenuarse, la contradicción fundamental del capitalismo se ha profundizado y extendido a nivel mundial; la producción social mundial es apropiada por un puñado de grupos monopolistas, exacerbando todos los males, problemas y contradicciones del imperialismo. “Esta agudización de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero mundial”[iv]. Una realidad completamente contrapuesta al iluso programa pequeñoburgués que pretende superar los males del capitalismo luchando contra la “globalización”, el “neoliberalismo” y la “monopolización económica”, sin tocar el poder político del capital.
La contradicción fundamental rige el proceso de desarrollo del capitalismo en toda su historia, tanto en la primera fase de libre competencia, como en su fase actual monopolista, a lo largo de la cual discurre en periodos caracterizados por una contradicción principal.
Los Períodos de la Agonía del Sistema Capitalista
En la historia del Movimiento Comunista Internacional cuatro contradicciones son reconocidas como las más importantes —no las únicas— del imperialismo, las cuales inevitablemente determinan la muerte del sistema capitalista: la contradicción entre el proletariado y la burguesía, la contradicción entre países imperialistas y países oprimidos, la contradicción inter-imperialista —de los países imperialistas entre sí— e inter-monopolista —de los monopolios entre sí—, y la contradicción entre los dos sistemas, el socialista y el imperialista, latente luego de la disolución del antiguo campo socialista. Dado que el capitalismo sobrevive a cuenta de depredar las dos únicas fuentes de riqueza: la fuerza de trabajo y la naturaleza, desde finales del siglo XX, se ha destacado la contradicción entre la sociedad y la naturaleza como la quinta importante contradicción mundial del imperialismo. La depredación imperialista de la naturaleza ha agudizado esta contradicción poniendo en peligro la propia existencia de la humanidad, a cuenta de la ganancia para la burguesía imperialista. Es indispensable acabar con el causante de la destrucción de la naturaleza: el capitalismo imperialista.
En la correlación de tales contradicciones mundiales del imperialismo, se destaca una contradicción principal, que caracteriza cada uno de los diferentes períodos del capitalismo imperialista o capitalismo moribundo.
De 1903 a 1918 fue un período caracterizado por la contradicción principal inter-imperialista, en el que el dominio de los monopolios, en un grupo de países capitalistas, los transformó en países imperialistas contendientes en la Primera Guerra Mundial de rapiña por un nuevo reparto del mundo colonial ya repartido. Ante este cambio en el mundo capitalista, los jefes socialdemócratas de la II Internacional traicionaron la causa mundial del proletariado y se adhirieron en apoyo chovinista a la burguesía de sus respectivos países, respaldados por el centrista Kautsky y su teoría del “ultraimperialismo”, cuyo pregón exhortaba a abandonar la revolución, pues las contradicciones del imperialismo se resolverían con la unión “ultraimperialista”.
Contra la guerra mundial imperialista y el oportunismo social-chovinista, defensor abierto del imperialismo, el leninismo demostró que el imperialismo es la fase superior y última del capitalismo, la nueva Era de la Revolución Proletaria Mundial, inaugurada triunfalmente en 1917 con la Gran Revolución de Octubre en Rusia, dando comienzo a la época del hundimiento mundial del capitalismo.
De 1918 a 1948 fue un periodo donde la lucha entre los monopolios se destacó como la contradicción principal del imperialismo. La profunda crisis de 1929 estremeció todo el sistema y condujo a la Segunda Guerra Mundial imperialista, por otro nuevo reparto del mundo ya repartido. Una vez terminada la guerra, la cadena mundial imperialista se rompió de nuevo, esta vez en China, con el triunfo la Revolución de Nueva Democracia.
De 1948 a 1958, el triunfo de la Dictadura del Proletariado se fortaleció con el avance de revoluciones democrático populares en distintos países, dando vida a un Campo Socialista de más de mil millones de habitantes. Es el tercer período de la agonía del capitalismo, caracterizado por la contradicción entre el sistema socialista y el sistema imperialista, como contradicción principal mundial, dio un formidable avance a la revolución mundial mostrando materialmente la superioridad del sistema socialista sobre el caduco sistema capitalista.
Ante el poderoso avance del campo socialista y de la revolución mundial, emerge, en auxilio del imperialismo, el revisionismo moderno jrushchovista, con sus “tres pacíficas” y “dos todos” para: desdibujar el carácter de clase de la contradicción entre los dos sistemas, minar la Dictadura del Proletariado, embellecer el imperialismo, negar la lucha de clases y la violencia revolucionaria de las guerras que sí resuelven las contradicciones entre el proletariado y la burguesía, entre los países oprimidos y países imperialistas. En este período la URSS transitó hacia el capitalismo monopolista de Estado, fruto de la nueva burguesía revisionista en el poder, transformando el poderío socialista en un poder imperialista que comienza a disputarse el mundo con los imperialistas norteamericanos.
De 1958 a 1972, la contradicción entre los países y naciones opresores y los países y naciones oprimidos tomó el rol de contradicción principal mundial, manifiesta en las guerras de liberación nacional contra el yugo imperialista. Su papel protagónico durante los años 60`s influenciando positivamente a las demás contradicciones fue reducido por la pequeña burguesía revolucionaria al destacarla unilateralmente para opacar la contradicción de clases entre la burguesía y el proletariado.
El quinto período de 1972 a 1990, lo caracterizó la contradicción entre los países imperialistas, esta fue la contradicción principal mundial, esta vez, concentrada en la contradicción inter-imperialista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En estos años, el capitalismo vivió una de las crisis económicas más profundas desde la gran depresión de 1929; el capitalismo monopolista de Estado implantado por los social imperialistas soviéticos también entró en crisis: una gran inflación, deuda externa, escaso crecimiento económico y desempleo. Ambas potencias desarrollaron monumentales programas de armamento, invasiones militares; todos, preparativos de una guerra imperialista inminente, que no se desató porque estalló la crisis del social-imperialismo soviético, crisis que se extendió a su esfera de influencia en los antiguos países del campo socialista. La URSS se descompuso y se derrumbó, producto de sus propias contradicciones internas; los países que la constituían se convirtieron en nuevos territorios para exportar capital y mercancías, y superexplotar al proletariado, sirviendo —en vez de la guerra— para resolver una de las últimas crisis en la economía mundial del imperialismo.
Hasta ese momento, la lucha contra el imperialismo había sido por cuenta de contradicciones que no reflejaban directamente la contradicción fundamental del capitalismo imperialista. Pero desde entonces, 1990, se abrió campo la contradicción entre el proletariado y la burguesía como la principal contradicción mundial del imperialismo, la que mejor y más concentradamente expresa la contradicción fundamental. La crisis económica del capitalismo mundial que estalló a fines de 2007 ha confirmado y consolidado tal contradicción como la principal, determinando un período donde se manifiesta palmaria la extrema agudización de la contradicción fundamental del sistema capitalista; y bien puede ser este el período del ocaso y sepultura del sistema imperialista mundial, a condición de vencer a quien mantiene en pie al parásito moribundo: el oportunismo, encabezado hoy por el revisionismo post-MLM —falso marxismo leninismo maoísmo—, peligro principal para la unidad internacional de los comunistas, la unidad de la vanguardia, la unidad de la Internacional Comunista, sin la cual tardará más el triunfo de la Revolución Proletaria Mundial.
La Contradicción Principal Mundial en la Actualidad
En la actualidad, la contradicción principal mundial enfrenta al proletariado mundial contra la burguesía mundial, siendo por fin, la contradicción que mejor y más concentradamente expresa la contradicción fundamental del sistema; la más decisiva por ser su manifestación directa en el terreno de la lucha de clases, y como tal, la de mayor influencia revolucionaria sobre las demás contradicciones mundiales del imperialismo, la que más ayuda al avance de la revolución y al progreso de la sociedad, acelerando la transición al socialismo.
La crisis económica mundial iniciada en el 2008 ha agravado especialmente la contradicción mundial entre el proletariado y la burguesía, reafirmando su carácter de contradicción principal en el mundo imperialista, en extensión y profundidad, donde la inmensa mayoría de la población mundial vive subyugada por la cadena del salario, acumula miseria en medio de la riqueza que produce, y sostiene con su fuerza de trabajo a unos cuantos parásitos monopolistas que se apropian privadamente de la producción mundial. Tanto la quiebra de medianos y pequeños propietarios, como la ruina y desplazamiento de millones de campesinos por el capitalismo y las guerras, engrosan en masa las filas del proletariado, cuya existencia amenazada cada día más por el desempleo, los recortes prestacionales, despidos masivos y la rebaja del salario real, desatan su rebelión en multitudinarias movilizaciones, huelgas, paros generales, levantamientos, contra la crisis, contra los “planes de salvamento”, contra el sistema mundial de la explotación asalariada, ya no exclusivamente en los países oprimidos sino también en los países imperialistas donde vuelve a despertar el movimiento obrero, ya no solo de los obreros industriales sino de todos los trabajadores contra un sistema que no es capaz siquiera de sostener a sus esclavos asalariados, estrangulados por el parásito imperialista que se apropia de todo el producto social.
La extensión y profundidad de la contradicción mundial entre el proletariado y la burguesía, revelan con toda nitidez que el capital es una relación social en donde —por primera vez en la agonía del capitalismo confrontan sus fuerzas en el escenario mundial los dueños del capital y los dueños del trabajo; hecho de máxima importancia para la Revolución Proletaria Mundial, pero de poco interés para muchos camaradas comunistas revolucionarios, atados al análisis de otro período anterior, que ya no se corresponde con la realidad mundial actual y la perspectiva hacia donde apuntan las tendencias objetivas de la sociedad. He ahí una gran divergencia entre los marxistas leninistas maoístas, acerca de cuál es la contradicción principal mundial en la actualidad: entre el proletariado y la burguesía, o entre los países oprimidos y los países imperialistas.
Independientemente de los deseos y de la voluntad, la subvaloración de la contradicción mundial entre el proletariado y la burguesía, es una posición errónea y desenfocada en lo político, idealista en lo ideológico, y común con el revisionismo post-MLM del PCR,EU cuya subestimación del peso del proletariado se deriva del reniego de su papel dirigente en la Revolución Proletaria Mundial.
  1. TIPOS DE PAÍSES
La Distinción Esencial: Países Imperialistas y Países Oprimidos[7]
El capitalismo, antes exclusivo de los países occidentales, ha triunfado sobre el feudalismo; ha extendido su opresora y explotadora civilización al oriente, el norte y el sur, con tendencia a imponerse en todos los países.
Contra las teorías pequeño-burguesas oportunistas que consideran las grandes revoluciones proletarias del siglo pasado como el punto culminante y conclusión de la misión histórica mundial del proletariado, que minimizan y niegan su existencia, el capitalismo ha diseminado la clase obrera por todo el planeta, sustrayéndola del aislamiento nacional y organizándola en el ejército mundial de la producción industrial.
La clase obrera no tiene patria, su emancipación económica no es un problema nacional sino mundial, y el medio para conquistarla es su lucha política, realizable sólo a condición de la unión, solidaridad y participación teórico-práctica de los obreros de las diferentes ramas de la producción en todos los países. Este clásico Programa general sigue siendo la más sentida necesidad material de la sociedad mundial; la consigna: ¡Proletarios de todos los países, uníos!, con la cual el Manifiesto del Partido Comunista proclamó el carácter internacional de la lucha obrera, es la consigna de acción de los comunistas revolucionarios en la actualidad.
Con el siglo XIX terminó la fase de esplendor de la civilización burguesa y la conquista de las tierras no ocupadas en el planeta, dando paso a la bárbara política colonial del capital financiero por nuevos repartos de los territorios ya repartidos, por la posesión de mercados y fuentes de materias primas, por la explotación de nuevos contingentes de fuerza de trabajo libre, en fin, por la exportación mundial del capital financiero, convertida en la forma decisiva del lazo económico entre las distintas partes de la economía capitalista mundial.
Sobre la presión del capital financiero, del desarrollo industrial y del comercio, que nivelan las condiciones económicas de los países imperialistas, impera la ley económica del desarrollo desigual que, en contravía a los deseos oportunistas de un desarrollo pacífico del capitalismo, obliga a los países imperialistas a competir, chocar y guerrear por el dominio mundial, y constituye la base material de la contradicción inter-imperialista e inter-monopolista, exacerbada sin cesar por el dominio mundial del capital financiero.
Contra la engañosa independencia económica y política de los países bajo el imperialismo, la dominación del capital financiero decisiva en todas las relaciones internacionales económicas y políticas del mundo capitalista subordinó a los antiguos países coloniales e impuso a los demás el nuevo yugo semicolonial de independencia jurídica formal, dependencia real, económica, financiera, política y militar. El imperialismo dividió al mundo en un puñado de países imperialistas, que por su gran riqueza económica y poderío militar son dominantes, opresores, explotadores, usureros; y una inmensa mayoría de países oprimidos, sojuzgados, dependientes, explotados. Tal es la distinción esencial e inevitable de los países bajo el imperialismo, diametralmente opuesta a las prédicas burguesas y oportunistas que encubren la esclavización financiera semicolonial de los países oprimidos y niegan su contradicción antagónica con los países imperialistas.
La dependencia semicolonial fue la categoría formulada por Lenin y utilizada en el Programa de la III Internacional. La teoría leninista de la dependencia semicolonial, la exportación y dominio del capital financiero en la fase imperialista, es exacta para denominar la independencia formal y dependencia real de los países oprimidos por los países imperialistas, y clara para mostrar el carácter lacayo de la burguesía en los países oprimidos. La denominación neocolonial, utilizada por los marxistas leninistas en los años 60 y aún hoy por algunos marxistas leninistas maoístas, no refleja el fenómeno general de la dominación de los países imperialistas sobre los países oprimidos, sino que restringe la nueva dominación imperialista a unas cuantas antiguas colonias como Las Malvinas, cuyos territorios son considerados parte de la metrópoli y gobernados directamente por ella; y sobre nuevas colonias como Puerto Rico, con territorio propio, pero sin siquiera el reconocimiento formal de su independencia política. Denominar neocolonias a las, en realidad, semicolonias, le sirve a la idea oportunista de negar la teoría leninista del dominio imperialista sobre países formalmente independientes, a través de las redes del capital financiero, alegando la existencia de una burguesía nacional siempre y en todos los países oprimidos, para arrastrar tras de sí al proletariado.
La distinción esencial leninista entre países imperialistas y oprimidos —bajo el imperialismo— es diametralmente opuesta a las viejas y nuevas teorías socialdemócratas y revisionistas; todas, herederas de la separación kautskista entre la economía y la política del imperialismo, que reducen la diferencia a países “ricos y pobres”, “avanzados y atrasados”, “desarrollados y subdesarrollados”, restringiendo la lucha exclusivamente contra los monopolios económicos, sin atacar el poder político semicolonial del imperialismo; o meramente contra la opresión nacional, eludiendo las profundas relaciones económicas semicoloniales de las metrópolis con la formación económica social de los países oprimidos. Niegan el carácter imperialista de algunos países, so pretexto del desarrollo desigual; o pretenden hacerlos pasar por imperialistas “progresistas”, tal como lo hace la anti-leninista “Teoría de los Tres Mundos”, urdida por los revisionistas chinos en plena Revolución Cultural, pero presentada fraudulentamente ayer y hoy como si fuera obra del Presidente Mao y parte fundamental del maoísmo.
Todas esas teorías tienen una esencia revisionista común: conciliar con el imperialismo, impedir la unión de las principales fuerzas de la sociedad contra el imperialismo, apagar el ímpetu revolucionario de las masas obreras y campesinas en los países oprimidos, en fin, estropear la verdadera lucha antiimperialista, parte integral de la revolución del proletariado tanto en los países imperialistas como en los países oprimidos, reduciéndola a la “resistencia mundial al imperialismo”, que en esta, la Era de la Revolución Proletaria Mundial, es inofensiva para los países imperialistas y desmoralizante para los pueblos de los países oprimidos.
Contra ese sartal de engaños se alza majestuosa la enseñanza de las triunfantes Revoluciones Proletarias en el siglo pasado, destrozando las cadenas de la opresión nacional, dando vida a un Campo Socialista de países realmente independientes de las redes del capital financiero, y mostrando en la práctica cómo, bajo el dominio de la Dictadura del Proletariado, pueden convivir las naciones y países unidos por relaciones de igualdad y cooperación. El triunfo del revisionismo en Rusia y China los transformó de países socialistas en países imperialistas, disolvió el Campo Socialista, restauró los odios nacionales y la dominación imperialista semicolonial. La derrota de la Dictadura del Proletariado es apenas temporal, su triunfo es inevitable.
El Parasitismo Imperialista[8]
El imperialismo —capitalismo monopolista— a la vez que está obligado a desarrollar incesantemente las fuerzas productivas de la economía mundial, impone elevados precios de monopolio que desestimulan el progreso técnico y dispone del mercado en forma ilimitada, con lo cual, tiende a contener el inevitable y renovado progreso de las fuerzas productivas, desarrollando en forma creciente el parasitismo imperialista, fenómeno típico de la fase de decadencia y descomposición del capitalismo.
El predominio del monopolio, el dominio del capital financiero, su reparto directo del mundo, la monopolización de las fuentes de materias primas, la superexplotación de la fuerza de trabajo mundial, convierten la subyugación de la inmensa mayoría de los países por unos pocos países imperialistas en inagotable fuente de superganancias para sostener el parasitismo de los países imperialistas a cuenta del saqueo y la succión del trabajo del resto del mundo; el parasitismo de la burguesía mundial a expensas de la superexplotación del proletariado mundial; los privilegios de la parásita y corrompida aristocracia obrera de los países imperialistas, base social del oportunismo cuyo papel servil a la burguesía consiste en dividir e impedir la lucha del movimiento obrero.
Las inevitables crisis económicas del sistema incitan al parasitismo imperialista a desangrar cada vez más a la sociedad de todos los países —imperialistas y oprimidos—, incrementando la explotación del trabajo y el saqueo, imponiendo nuevos “planes de austeridad”, “reorganización económica”, “recortes” y “salvamentos”, todos destinados prioritariamente a engordar más al mayor parásito conocido por la sociedad en toda su historia: el dominio monopolista del capital financiero, el imperialismo.
En tanto los países oprimidos son forzados a vivir en la dependencia y el atraso, las masas trabajadoras en la ruina y la vida miserable, el proletariado a sufrir más intensa la explotación asalariada y a caer en masa en la desgracia del desempleo, siendo todas, condiciones económicas y sociales insoportables para las fuerzas cuyo trabajo sostiene y desarrolla la sociedad, y como tal, son la base material del repudio al imperialismo y sus lacayos, del cada vez mayor odio de clase antagónico del proletariado mundial contra la burguesía mundial, de la reanimación del movimiento obrero en los países imperialistas, en el cual los obreros inmigrantes pesan por su número y combatividad en sus filas de vanguardia.
La burguesía y el capitalismo ya no debieran existir; su aporte histórico al progreso general de la sociedad finalizó junto con la fase de la libre competencia. En adelante, en la fase imperialista, cuanto mayor es el avance portentoso, incesante y acelerado de las fuerzas productivas, más estrangulada vive la sociedad bajo el dominio mundial de los monopolios y del capital financiero; más crece el antagonismo de las relaciones de producción basadas en la explotación del trabajo social, y más se embrolla el desarrollo de todas las relaciones sociales. Esa es la ley de la fase de descomposición del capitalismo, en la cual la existencia parásita de la burguesía, ahoga y es incompatible con el progreso de la sociedad.
El Capitalismo en los Países Oprimidos[9]
El imperialismo, fase moribunda del capitalismo, es un sistema mundial en el cual, y de conjunto, han madurado las condiciones materiales para el triunfo de la Revolución Proletaria, única capaz en esta época de suprimir las relaciones sociales de producción basadas en la explotación del hombre por el hombre, y de construir las nuevas y superiores relaciones socialistas de producción, fundadas en la cooperación de todos los trabajadores. He ahí la gran enseñanza histórica de la revolución proletaria en el siglo pasado, triunfante en un solo país, y triunfante en países con desarrollo económico atrasado, donde el Estado de Nueva Democracia fue la forma de la Dictadura del Proletariado que permitió su avance de una vez al socialismo.
Condicionar la revolución del proletariado en los países oprimidos a un pretendido desarrollo capitalista semejante al de los países imperialistas es vivificar la podrida teoría revisionista de las “fuerzas productivas”, opuesta a que la revolución proletaria sepulte un sistema moribundo. Es desconocer que los países oprimidos, aún aquellos con elementales condiciones de desarrollo industrial, han sido incorporados a un modo de producción internacionalizado, y que el imperialismo se ha convertido en un sistema mundial de esclavización financiera.
En el país oprimido el capitalismo es un modo de producción que entrelaza, influye, socava y tiende a dominar los modos de producción precapitalistas supervivientes, integrados todos en la formación económica social del país, cohesionada a la economía mundial por la internacionalización del capital.
El capitalismo de un país oprimido es un aspecto del modo de producción mundial, un aspecto del capitalismo imperialista, por tanto, sometido a sus inevitables crisis económicas y portador de la particularidad fundamental del capitalismo moderno "la dominación de las asociaciones monopolistas de los grandes empresarios". Es componente y dependiente de un agonizante sistema mundial de opresión y explotación. Es capitalismo monopolista estrechamente vinculado al capital financiero mundial, sólo que signado por las marcas profundas de los grilletes de la dependencia semicolonial, del parasitismo imperialista, y de sus tendencias: tanto al estancamiento, a contener violenta y artificialmente el progreso técnico, el ritmo de crecimiento de ciertas ramas de la producción, incluso de toda la economía del país oprimido; como a acelerar su desarrollo —la tendencia más general bajo el imperialismo— acentuando la descomposición del campesinado, barriendo vestigios de modos precapitalistas de producción, o asimilándolos, e incluso en algunos casos reforzándolos, pero siempre sometiéndolos a las necesidades de la producción mundial, de la realización de la plusvalía, la acumulación y centralización mundial del capital.
Negar la existencia del modo de producción capitalista en los países oprimidos, alegando ser “un capitalismo extraño”, “no nacional sino introducido artificialmente por el imperialismo”, “no productor de bienes de capital”, “sin mercado nacional articulado”, “no clásico”[v]… significa alejarse del marxismo por el camino de las ya derrotadas teorías pequeñoburguesas populistas rusas del siglo XIX, incapaces de estudiar objetivamente las leyes de funcionamiento y desarrollo del régimen económico social del país oprimido, al cual no se exporta el modo de producción capitalista, sino el capital, que actúa e influye en sus gérmenes y desarrollo capitalista originados en el proceso económico de la antigua sociedad feudal. Los considerados “defectos” del capitalismo en los países oprimidos, son las características propias de la dependencia semicolonial y de su función en la economía mundial; no suprimen las características esenciales de todo capitalismo: producción de mercancías bajo un régimen donde el capital acumulado compra y explota asalariadamente fuerza de trabajo de obreros libres.
El surgimiento del capitalismo en las entrañas de la vieja sociedad feudal de los países oprimidos, es una ley económica reconocida por Lenin, Stalin y Mao. El predominio capitalista en la formación económica social de algunos países oprimidos fue admitido por algunos marxistas leninistas en los años 60 del siglo pasado y tímidamente por los marxistas leninistas maoístas de los 80. El dominio completo del modo de producción capitalista sobre los demás modos de producción en la formación económica social de países oprimidos, llegando a ser el determinante del carácter capitalista de su sociedad, es un fenómeno real del último y actual período en la fase agónica del capitalismo, acelerado y resaltado por la crisis económica del capitalismo mundial desatada en los albores del nuevo siglo. Aun así, salvo casos excepcionales[vi], esa innegable tendencia es todavía ignorada por los comunistas revolucionarios y motivo de enconada lucha entre sus filas.
No es solo un problema con el método científico de la investigación para el estricto conocimiento de la realidad, buscando la verdad en los hechos; es ante todo una lucha contra las teorías extrañas al marxismo, que desde los años 60 del siglo pasado han influido en las filas de los marxistas, pasando directamente de la literatura económica socialdemócrata a ser erigidas en “guía marxista” para conocer la realidad de la formación económica social de los países oprimidos.
Teorías extrañas a la economía política marxista, que sirven a la conjugación reaccionaria entre el interés material —económico— del pequeño propietario y el compromiso político oportunista auxiliador del imperialismo en su lecho de muerte. Son las teorías del temor a reconocer en la revolución proletaria el signo de los tiempos actuales, y en el proletariado el sepulturero del imperialismo. Son las teorías propias de la propensión pequeño burguesa a “mirar hacia atrás”, negando ya no solo la existencia del capitalismo en los países oprimidos, sino la propia victoria histórica del capitalismo sobre el feudalismo, sobre la cual se funda el programa máximo mundial del proletariado proclamado en el Manifiesto del Partido Comunista.
Añorar el retorno o la existencia de un “capitalismo nacional independiente y sin monopolios” bajo el imperialismo, es un absurdo contrapuesto a la realidad de la integración en la economía mundial de todas las antiguas economías nacionales aisladas, y contrario a reconocer en el imperialismo la fase superior y última del capitalismo, después de la cual sólo sigue el socialismo de la Revolución Proletaria Mundial.
Negar el desarrollo capitalista en los países oprimidos, pretextando su carácter dependiente, desigual, desequilibrado y sin desarrollo clásico, es desconocer la naturaleza del imperialismo y la esencia de su dominación semicolonial: dependencia real económica y política, al servicio exclusivo de la creciente acumulación y centralización imperialista mundial del capital, y en contra de las masas y del progreso de la sociedad de los países oprimidos, cuyo desarrollo desarticulado y desequilibrado es un piñón articulado en la gran cadena de la economía mundial, de la producción y el mercado mundial imperialistas.
Limitar el desarrollo del capitalismo a la vía revolucionaria campesina —de la revolución burguesa— desconociendo la vía reaccionaria terrateniente, lenta y dolorosa para el campesinado, pero la más común bajo el imperialismo, es “olvidar” el abecé del marxismo sobre la cuestión agraria, “olvido” que conduce a adjudicar a una fantástica “evolución del feudalismo o del semifeudalismo”, tanto la desequilibrada descomposición del campesinado en los países oprimidos —casi siempre acelerada a sangre y fuego—, como la desequilibrada concentración de la población y la miseria en las grandes ciudades, desconociendo en la gran división entre la ciudad y el campo una condición necesaria al desarrollo del modo de producción capitalista, una gran desigualdad típica del capitalismo que sólo el socialismo puede crear las condiciones para suprimirla.
Para referirse a las características especiales del capitalismo en los países oprimidos se ha formulado la teoría del “capitalismo burocrático”, que algunos marxistas leninistas maoístas erigen en “pilar fundamental del maoísmo” y adjudican su autoría al Presidente Mao, quien llamó con esas palabras al fenómeno exacto de la existencia del capitalismo en China, que sin ser el modo principal de producción dentro de su formación económico social, en su mayor parte estaba compuesto por capital monopolista de Estado asociado al imperialismo y al feudalismo.
En realidad, por su contenido, la actual teoría del “capitalismo burocrático” es una vieja teoría, contraria a la economía política marxista. Tiene sus raíces remotas en el socialismo reaccionario, denunciado en el Manifiesto Comunista como ecos del pasado y amenazas sobre el porvenir, incapaz de comprender la moderna sociedad burguesa. Cuenta con una formulación moderna en las teorías del “capitalismo burocrático integral” y del “capitalismo tardío”, de confesos teóricos antimarxistas, trotskistas y neo-marxistas de los años 60, renegados del “envejecido” marxismo determinista.
No es una teoría materialista; su idealismo radica en no partir del estado real de la lucha social por la producción, de las condiciones concretas de la vida material de la sociedad y las exigencias reales impuestas por su desarrollo, ni de la objetiva estructura de clases del país oprimido y sus relaciones con el imperialismo, sino de los deseos fantasiosos del revolucionarismo pequeñoburgués y los dogmas sobre la evolución del feudalismo, del semifeudalismo y la identidad mecánica entre éste y el semicolonialismo, confundiendo dos procesos distintos: el de las relaciones entre los modos de producción de una formación económica social determinada, y el de las relaciones entre los países imperialistas y los oprimidos.
Tal teoría del “capitalismo burocrático” no le sirve a la revolución del proletariado porque le oculta los verdaderos blancos en los países oprimidos, desconoce y subestima su fuerza de clase en esos países, perdiendo de vista las fuerzas reales para derrocar el poder de los terratenientes, la burguesía y el imperialismo, y “olvidando” que “Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla par décret du peuple [*]. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno. Plenamente consciente de su misión histórica y heroicamente resuelta a obrar con arreglo a ella, la clase obrera puede mofarse de las burdas invectivas de los lacayos de la pluma y de la protección pedantesca de los doctrinarios burgueses bien intencionados, que vierten sus ignorantes vulgaridades y sus fantasías sectarias con un tono sibilino de infalibilidad científica”[vii].
[*] Por decreto del pueblo.


[i] El imperialismo y la escisión del socialismo, Lenin - 1916
[ii] El Capital, Marx - 1867
[iii] Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels  - 1848
[iv] El imperialismo y la escisión del socialismo, Lenin - 1916
[v] Argumentos defendidos en común por algunos Partidos y Organizaciones que fueron miembros del MRI, entre ellos el Grupo Comunista Revolucionario de Colombia.
[vi] Ver Declaración del III Congreso del Partido Comunista Maoísta de Turquía – Kurdistán Norte (25 de diciembre 2013)
[vii] La guerra civil en Francia, Marx - 1871











 

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